domingo, 19 de diciembre de 2010

Me entero, tarde y mal, de la muerte de Rafael Fernández, político del bando contrario a que admiro por la categoría personal de su ejecutoria posterior a un largo exilio de que volvió, iniciada la transición, predispuesto a la reconciliación, el equilibrio social y el recíproco respeto de los contrarios. Desde que yo lo conozco, que fue a su regreso, contó con esta admiración, mi respeto y mi afecto personal. Coincidimos en la Fundación Príncipe y en el ejercicio de lo que para mí fue pasajera afición política. Hoy lamento su muerte y le deseo, por fin, el descanso, la verdad y la paz eterna.

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