lunes, 20 de diciembre de 2010

No somos, al parecer, nada ni nadie, soplos, materia fingida coloreando las sombras de los sueños. Ni siquiera los imperios que en el mundo han sido fueron más que precarias aleaciones de gentes interesadas en beneficiarse en la medida de lo posible del esfuerzo de un grupo. Hay casi siempre un grupo, detrás de cuanto parece ser. Recuerdo que me dijeron una vez que soportando la mayor corporación del mundo, integrada por numerosos grupos empresariales, estaba la fortuna de unas cuantas viejecitas que tricotaban juntas al sol en la solana de alguna guardería americana del sur.

La América del sur, no sé por qué, cae más simpática desde la guerra de secesión frustrada, supongo que será porque la perdió. Los perdigones, los débiles, concitan siempre simpatías del espectador, y ¿qué somos sino espectadores de nuestra época?

Hace poco, la gente como nosotros no se enteraba de casi nada de lo que pasaba en el mundo y que llegasen noticias de quienes apenas las mandaban, dependía de tantas circunstancias que a veces alguien se marchaba de casa y no se volvía a saber de quienquiera que fuese, ni si había muerto en el viaje, en la empresa de tratar de enriquecerse o por lo menos sobrevivir y yacía para siempre bajo unas piedras o a la intemperie del comer de fieras, alimañas y sabandijas. Ahora nos detallan tanto las cosas que se nos atragantan cada día. Y nos descubrimos como somos vistos en conjunto, imprevisibles, sorprendentes, admirables y espantosos, cada cual según el momento y demás circunstancias por las que va pasando. Nos pasamos noticias por la red y nos vemos, con intervalos de fracciones de segundo, a través de cámaras y monitores cada vez más sofisticados.

Pero lo más llamativo del caso es que sigamos siendo parecidos y caigamos en las mismas equivocaciones evidentes. El hombre, dijo no sé quién con singular acierto, es el único animal que tropieza varias veces en la misma piedra.

Puede que el remedio de todo, de este lado del espejo por lo menos, sea aprender a conformarse con lo que uno es y cómo lo es, de acuerdo con la medida de capacidades, fuerzas, esfuerzos y disposición de ánimo. Con humildad. Esto es lo que sé hacer, hasta aquí llego. Más allá y mucho más allá habrá siempre alguien, a quien mediante la conjunción de su capacidad y demás. ¿Por qué algunos de nosotros no podemos hacer lo que otros seres humanos hacen?

Si fuésemos iguales, como dicen, en las carreras olímpicas llegarían los participantes todos a la vez, o saltarían sucesivamente hasta la misma altura. Pero no, incluso hay quien aunque se entrene concienzuda e insistentemente, con todas las debidas concentraciones, jamás bajará de un tiempo inadecuado hasta para competir sin hacer el ridículo con otros.

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