-Trota mi caballo
-¡Si no tienes caballo!
-Bueno ¿Y qué? Trota el caballo que no tengo.
-Pero ¿cómo va a trotar …?
-Cuando yo te lo digo, es que trota,
¿no lo ves?
tiene las crines de plata,
cuando blanco,
con el alba,
pero de noche, que es negro,
las tiene
de azabache.
-¡Mira que eres tonto!
-No.
Lo que tienes tú es envidia
de que yo tenga un caballo,
de que pueda,
si quiero,
salir a trotar,
y si quiero más todavía,
a galopar,
cuando aparece
la luz del alba
por encima,
amatista,
del collado. Envidia de que vaya
por encima de la mar,
mezclándome con las olas del nordeste,
con las estrellas caídas,
con las lágrimas
de sol y de luna
que componen el agua de la mar
cuando se mezclan
con la espuma
para dar largos besos a la orilla
de la playa.
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