En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 27 de diciembre de 2010
Se está el frío quieto, agazapado, inmóvil, cuando, de pronto, despierta el viento, lo dispersa y entremete por los pliegues de la ropa. Es invierno, ya sin dudas, nos arropa, en cuanto nos alejamos de la mar protectora, un embozo de nieve cada vez, cuanto más alto, más blanca. Los abedules de la puerta de la Vaqueirada parecen recubiertos de cadenetas de luces y adornos, Hacen una especie de camino para los Reyes Magos, que, clopetí, clop, vienen acomodando el paso al pausado de los camellos. Los Reyes Magos, que ni reyes ni tal vez magos, sino sólo hay quien dice que astrólogos ilustres, ya no taren solamente oro, incienso y mirra, aunque también. Ahora traen grandes sacas de juguetes en su mayoría made in China. Alguien me ha dicho en secreto que los chinos ya son mucho más ricos que loa americanos, incluidos los del norte y que dentro de muy poco, las Américas, en vez de hacerse donde siempre, se harán en China, donde hay una gran muralla, atan los perros con longaniza y ha aparecido ese curioso fenómeno que ahora llaman “país emergente”, algo así, piensa mi yo ingenuo, como si la Atlántida rebrotara del agua de la mar, más deslumbrante todavía que cuando se hundió en el tiempo de Maricastaña.
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