sábado, 22 de enero de 2011

Comprendo que en Nueva Orleans acompañen a los entierros las charangas que interpretan con alegre despreocupación una caótica alegría. Hay una alegría soterrada, opino, en haber hecho algo desagradable que hay que nacer y ya está hecho. Y yo admiro la música de esa ciudad, hace poco martirizada por los elementos y ya al parecer por lo menos parcialmente recuperada.

Todos los años, como está ocurriendo ahora, nace, y, como ocurrirá, muere la mimosa, tras de haber cumplido su misión de anunciar la primavera.

¿Anunciaremos nosotros algo para alguien?

Nacemos, como la mimosa estos días, algunos florecen en conductas brillante, como la mimosa estas semanas hasta fin de mes por lo menos, y morimos, como hará la mimosa en febrero.

Puede que algo o alguien disfrute con esa trayectoria nuestra, en medio de este todo vivo y acuciante en que se desarrolla la vida.

Más allá, afuera, no tenemos noticia más que de la colosal armonía con que el Universo se mueve en medio de un silencio solemne, opero no sabemos si hay vida. O si hay otra cosa, que llamarían otros de otra manera. Incluso es posible que haya otras maneras de manifestarse la energía mediante que vivimos y que habría originado y aún lo esté haciendo, algo que ni siquiera seríamos capaces de identificar y manos definir y clasificar como estamos empeñados siempre en hacer e intentamos hasta con los ángeles y los intuidos alienígenas.

Leo que atribuyen a Bach haber dicho que no hay más que saber tocar la tecla oportuna en el momento adecuado para que el instrumento toque por sí mismo.

Podríamos estar rodeados de entidades inidentificables que estuviesen a su modo existiendo con una equivalencia de lo que llamamos nosotros vida, hasta puede que usando de otro modo la versátil energía cuya manifestación primaria identificamos con la luz.

Seríamos respecto de ellos como los colores del arco iris, todos ellos tan luminosos y variados, pero probablemente ciegos para verse y conocerse recíprocamente y así imposibilitados de conocerse unos a otros, todos, sin embargo, integrantes e integrados en la luz blanca que componen.

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