Efervescencia, política, Paco Alvarez Cascos mueve los cimientos del PP. Económica, el Banco de España mantiene removidos los de las cajas de ahorros y rurales. Nadie mueve un dedo, que yo sepa, para crear una multiempresa capaz de competir en los mercados globales que se anuncian. El año 2011 se proclama desenfadado, arrogante, posiblemente desquiciado, para disimular la pobreza que trae comiéndole las entrañas.
Abren, pese a ser domingo, esperanzados, algunos comercios. La gente se asoma, mira, se resiste a convertirse en compradora. Tal vez no puede.
En el Belén de la Parroquia, los Reyes Magos se han acercado un pelín al Portal. Herodes se asoma por una aspillera a mirar cómo pasan y, si pudiera, también hacia dónde van.
Domingo. Antes, cuando era domingo, la iglesia del pueblín estaba llena de gente. Ahora hay poca y mayoría son viejos carcundos.
El año 2011 se anuncia escéptico en las personas de sus habitantes. Los años, como los lugares, tienen habitantes. Quienes viven algún día de cada año son los habitantes de ese año. Muchos viejos conservan, otros recobran, alguno, por miedo, duda y se convierte a la fe de su Iglesia respectiva.
Rezo; es bueno, rezar. Acordarse de los otros para que los otros te recuerden y pedirle, entre todos, al buen padre Dios, que esto mejore para el conjunto. “Esto” es el camino, pero “el camino de la vida –decía Somerseth Maugham, que no sé si se escribe del todo así- es arduo y difícil como el filo de una navaja”. Su novela se llamaba El filo de la navaja. Luego la hicieron película y trabajaban Gene Tierney y Tirone Power. En el cine, al principio de la película, recordaban la frase. También a ellos los impresionó, supongo.
El año 2011 es ya una barbaridad de años para quienes nacimos en 1929 y fuimos quintos del 50, -una generación azacaneada, cogida por guerras, entreguerras y posguerras-, tanto que ofrecemos a nuestro entorno la casi seguridad de no emprender ninguna guerra ni cruel ni cruenta y la casi seguridad de que no nos doblen ni los oportunistas ni los repetidores ni los arribistas.
Caminar tantos días nos ha cansado.
Vamos ahora más despacio.
Circunstancia que nos da tiempo para tratar de entender y para aprovechar los instintos que la experiencia agudiza.
Tal vez no hayamos aprendido, pero eso si lo hemos aprendido, que es necesario seguir tratando de aprender.
Cada día con mayor avidez de acercarnos, tratar de ver, tratar de saber.
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