miércoles, 5 de enero de 2011

Noche de Reyes. Cabalga
mi olvidada ilusión, sobre la joroba
del dromedario más alto. Suenan
las estrellas, escucho
su cadencia,
acorde con el paso
de mi cabalgadura, que me mece
aprovechando el son.

Noche de Reyes. Formo
parte del larguísimo cortejo, que llega
desde un horizonte hasta el otro,
se desparrama por la llanura
del insomnio
de los niños.
Cierra, cierra los ojos, mi vida,
mi alegría,
niño.

Estate, hecho una bola de inquietud
bajo el aluvión,
el centón de deseos polícromos:
la consola, el CP, los videojuegos,
el GPS … Los niños, como tú
ya no quieren soldaditos de plomo, ni un aro,
ni el mecano,
ni el parchís con la oca por detrás
para hacer el camino del señor Santiago.

Los niños, ahora ya no son niños. No tienen
padre ni madre. Sólo
un perrito,
que les ladra al llegar del cole: ¡aquí no hay nadie!

Noche de Reyes.
Los Reyes se han dormido a la puerta del inmenso castillo
que había y se derrumba,
en las afueras del pueblo. Duermen
el niño que no tiene padres, y, a los pies de la cama,
el perrito.
que no lo despierte,
por favor,
que no le ladre.

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