lunes, 7 de mayo de 2012


La noticia del día viene de Francia, que se ha vuelto al socialismo y dejado a Sarkozy en la cuneta de los políticos tristes.

Era alegre, el perdedor. A mí me recordaba un poco a Luis de Funes, con aquel nervioso, casi acelerado afán, de llegar pronto a la salida de un túnel que se pronostica cada vez para más largo, a fuerza de dar tumbos, de unos a otros Todo será igual, mientras no nos demos cuenta de la probabilidad cada vez mayor de que, cada uno por su lado, ambos son insuficientes para traducirse a este siglo, pasadas que han sido las razones de uno y otro para programarse.

Muchos tachados de ilusos y que puede que lo seamos, hace tiempo que venimos que aquello de la derecha y la izquierda personificadas por unos socialistas y unos conservadores de entre los siglos XIX y XX son insuficientes para resolver los planteamientos del siglo XXI.

No han sabido corregir, adaptar, modernizar una edición actual de sus respectivos programas, anclados en tratar infructuosamente de diferenciarse por medio de unos principios básicos que al haberse convertido en derechos humanos ya son de todos y ahora la política no consiste en desbastar el bloque social, sino en perfilar matices diferenciadores.

Así se advierte que vamos dando tumbos y limitando cada vaivén al efecto de la habilidad de los maquilladores de ideas para aprovechar cada inexorable decepción de que manden unos u otros y acelerar la prisa por cambiar de postura para ver si la alternativa funciona. Pronostico que nos seguiremos enredando en dos errores, derivados de la ineficiencia de filósofos e ideólogos: el de pensar que se puede regresar y el de empeñarse en sustituir la solidaridad por el cambio.

Porque nadie vuelve atrás y porque la sociedad no puede reorganizarse por el método de sustituir a unos privilegiados por otros manteniendo el sistema.

Hay que buscar solución a que deban pagarse todas las deudas pendientes y al mismo tiempo o en seguida, reorganizarse solidariamente para que los bienes materiales y morales –es decir, sociales o culturales- de la sociedad de nuestro tiempo se redistribuyan entre todos con arreglo a criterios de justicia, a la vez que asimismo se redistribuyan entre todos las responsabilidades y obligaciones correspondientes.

La gente, creo que deberíamos irnos dando cuenta de que la paz, la justicia y la libertad que anhelamos, traen consigo carga, obligaciones, responsabilidades y esfuerzos.

Ni Rajoy ni Rubalcaba ni sus homólogos ni los extremistas de cada propuesta tiene ninguno por desgracia un elixir, ni dispone de almacén de varitas mágicas. La solución, que en cada época ha de ajustarse a las características socioculturales y a las posibilidades socioeconómicas que le son propias, está en el cuerpo social que somos todos nosotros, cada cual con el pesado equipaje de sus preferencias a cuestas.  

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