La noticia del día viene de Francia, que se ha vuelto al
socialismo y dejado a Sarkozy en la cuneta de los políticos tristes.
Era alegre, el perdedor. A mí me recordaba un poco a Luis de
Funes, con aquel nervioso, casi acelerado afán, de llegar pronto a la salida de
un túnel que se pronostica cada vez para más largo, a fuerza de dar tumbos, de
unos a otros Todo será igual, mientras no nos demos cuenta de la probabilidad
cada vez mayor de que, cada uno por su lado, ambos son insuficientes para
traducirse a este siglo, pasadas que han sido las razones de uno y otro para
programarse.
Muchos tachados de ilusos y que puede que lo seamos, hace
tiempo que venimos que aquello de la derecha y la izquierda personificadas por
unos socialistas y unos conservadores de entre los siglos XIX y XX son
insuficientes para resolver los planteamientos del siglo XXI.
No han sabido corregir, adaptar, modernizar una edición
actual de sus respectivos programas, anclados en tratar infructuosamente de
diferenciarse por medio de unos principios básicos que al haberse convertido en
derechos humanos ya son de todos y ahora la política no consiste en desbastar
el bloque social, sino en perfilar matices diferenciadores.
Así se advierte que vamos dando tumbos y limitando cada
vaivén al efecto de la habilidad de los maquilladores de ideas para aprovechar
cada inexorable decepción de que manden unos u otros y acelerar la prisa por
cambiar de postura para ver si la alternativa funciona. Pronostico que nos
seguiremos enredando en dos errores, derivados de la ineficiencia de filósofos
e ideólogos: el de pensar que se puede regresar y el de empeñarse en sustituir
la solidaridad por el cambio.
Porque nadie vuelve atrás y porque la sociedad no puede
reorganizarse por el método de sustituir a unos privilegiados por otros
manteniendo el sistema.
Hay que buscar solución a que deban pagarse todas las deudas
pendientes y al mismo tiempo o en seguida, reorganizarse solidariamente para
que los bienes materiales y morales –es decir, sociales o culturales- de la
sociedad de nuestro tiempo se redistribuyan entre todos con arreglo a criterios
de justicia, a la vez que asimismo se redistribuyan entre todos las
responsabilidades y obligaciones correspondientes.
La gente, creo que deberíamos irnos dando cuenta de que la
paz, la justicia y la libertad que anhelamos, traen consigo carga,
obligaciones, responsabilidades y esfuerzos.
Ni Rajoy ni Rubalcaba ni sus homólogos ni los extremistas de
cada propuesta tiene ninguno por desgracia un elixir, ni dispone de almacén de
varitas mágicas. La solución, que en cada época ha de ajustarse a las
características socioculturales y a las posibilidades socioeconómicas que le
son propias, está en el cuerpo social que somos todos nosotros, cada cual con
el pesado equipaje de sus preferencias a cuestas.
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