lunes, 14 de mayo de 2012


-Oiga, ho –me dice- ¡tamos mal!
-Pues si; bastante mal. Lo que se dice acongojados.
-¿Acojonaos diz?
-También.

Vas de calle en calle, sin poder huir casi nunca a tiempo, porque eres viejo y andas despacio, y gracias, de modo que te cazan a cada paso y te preguntan, supongo que con la esperanza de que les abras una ventanilla a la esperanza.

-Saldremos –les sonrío- Nunca llovió que no parase.
-U séase, que volveremos …

Sonrío otra vez, que siempre es socorrido y casi esperanzador, pero no le añado a ninguno la información de que afuera, a la salida de la bocamina, cuando lleguen los que lleguen, todo será diferente.

En “este país”, repetía como latiguillo aquel famoso charlista semiolvidado, “somos así, señora”.

En “este país” no hacemos reparaciones. Aquí refaccionamos. Una y otra vez, volvemos al cero absoluto y proponemos una radical reconstrucción, que, por alegre paradoja triste, suele ser clon de la anterior –clon de clonación, no de payaso, aunque alguna payasada que otra también juegue su papel en el doloroso tránsito.

Medio país huye en un gigantesco tiovivo de su otra mitad, y, sin solución de continuidad, pasa de ser perseguido a ser perseguidor sin parar siquiera, ni para cobrar, el artilugio, que sigue girando al son de las mismas coplas.

-¿Qué puedo hacer yo? -pregunta alguno- Me parece conmovedora la cantidad de gente que pregunta de buena fe cómo podría poner manos a la obra de recomposición. Y cada vez más irritante ese grupo que te mira torvo y atechado en las mentiras y medioverdades –una medioverdad es mucho peor que una mentira-, en que insisten los engañabobos desde sus respectivas tribunas. Son descendientes directos de los estraperlistas de los años cuarenta, que hay que ver lo que medraron a base de chupar con delectación la sangre de tanta gente que murió durante la larga marcha de la posguerra.

La pena es ser viejo.

Tras de cada pasada por el crisol, la sociedad mejora durante cierto tiempo. Se adivina un hilo de continuidad hacia una, en que menos cantidad de gente sufra durante cada generación, a pesar de todas las subjetividades engañosas de que está denunciada la historia de la sociedad humana.

Y los viejos no podremos disfrutar de otra mejoría más, que se anuncia a fuerza de repetirse los desastres en que nos embarcan las rapacidades de los avispados ribereños. La humanidad ha acreditado en esa baqueteada historia, ser capaz de sobrevivirse a sí misma, devorar y digerir incluso a los monstruos parásitos generados por sus propias locuras.

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