martes, 1 de mayo de 2012


Tímida, la primavera del uno de mayo, mira a través del celaje residual de las nubes de ayer la marea de letras de hoy. Banderas y letras, palabras apuntadas para definir supuestas opiniones que dictan entre media y una docena de personas para que decenas o centenas de millar de otras, secunden protestas contra cualquier cosa. Lo esencial es dejar claro que el mundo está cabreado.

No hace falta que lo digan ustedes. Peor si lo gritan, porque los gritos aturden. El mundo está cabreado porque hemos mudado de época y no cabemos en la piel social. Por fuera, nos aprieta la uniformidad; por dentro, nos urge la erupción del tiempo nuevo. El mundo no cabe en el mundo.

El organigrama empresarial del mundo no sirve para generar condiciones de vida arregladas a los tiempos que llegan. Estamos inundándonos de futuro y no sabemos administrarlo.

Todo viene, creo yo, de que intentemos una y otra vez trabajar los materiales nuevos con herramientas antiguas y con arreglo a costumbres que ya no valen para las necesidades que han ido naciendo.

El ojo del sol, nos mira desconcertado. Nos alumbra enloquecidos por una masificación que probablemente, cuando desborde, tampoco sabremos ni manejar ni reducir.

Tal vez los filósofos que nos han traído, a fuerza de adelgazar el hilo del pensar y luego adornarlo de originalidades progresivamente sofisticadas, que llegaron a la aseveración de que ni siquiera es seguro  que existamos –cosa que por otra parte debería haber resultado consoladora, cuando, si no existimos ¿de qué deberíamos preocuparnos?-, tendrían que haberse dedicado a buscar las soluciones metafísicas en que cimentar las ideologías que necesitamos para sustituir los viejos moldes anacrónicos con venimos fracasando.

Tal vez sea éste un momento de buscar diferenciarse en los matices, cuando lo fundamental sabemos todos en qué consiste y que la última decisión es precisamente esa: la de sentirnos o no trascendentales. Pero ese es otro asunto, compatible con organizar una sociedad con minuciosa paciencia de orfebres, teniendo en cuenta los matices, las profundas diferencias que se derivan de sutiles matices del conjunto de grises.

Hacen falta pensadores y de lo que tenemos excedente es de copistas, esenciales, puede, para hacer clonaciones y hacer facsímiles, pero carentes de imaginación artística y de habilidad artesanal.

El sol nos mira, se ve en seguida que tentado de embozarse para no vernos los testarazos que nos vamos a dar, una y otra vez, según las consignas vengan de los tirios o de los troyanos, con las mismas alternativas piedras que unos u otros prefieren.

Lo dicho, la solución podría estar en prestar atención a los matices correctores.  

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