miércoles, 9 de mayo de 2012


La demagogia, flor que nace en el pantano de todos los venenos, se mejora injertando en cada posible verdad sus duda inherentes. Aprovecha, esta hiedra maligna, la nobleza erguida de cualquier árbol para trepar, abrirse y engañar a la pobre gente necesitada de conocer lo oscuro de cada persona clara para consolar su propia miseria.

Hay una cacería convocada, de gente “del otro bando”, en que los de cada uno se afanan en rebuscar en la basura de los de alrededor. Ya ni siquiera se trata de los de enfrente, los contradictores, los antagonistas. Vale también sacar los colores del paralelo y hay ocasiones en que hasta del amigo, compañero, se lamenta, pero entre que tú prosperes o yo …

Cada día hay más medios de contar, tirar la piedra y unas veces esconder la mano y otras alardear de que fui yo, o de que fuiste tú, los claros, sesudos varones que advertimos de la debilidad del prójimo, o de su ingenuidad, o del error que cometió un día u otro. No hay más que esperar. ¿Quién no comete errores?

Somos mínimos y nos molesta que a nuestro alrededor crezca, con denodado esfuerzo muchas veces, otro. Hay que buscarle las cosquillas, la sinrazón, el lado malo de ese crecimiento. Y como no hay bien sin una pizca de mal, verdad sin duda, luz sin sombra …

Es ésta una época mala para la convivencia. Demasiada gente se está viendo privada de lo necesario, muchos ya tienen necesidad de lo indispensable. Una sociedad tiene que reaccionar cuando su cuerpo, que somos los humanos que la constituimos, se deforma y desproporciona. Y por lo visto, al no ser capaces, como ocurre a veces a los árboles, sin razón aparente, se seca una rama aquí o allá, poniendo en evidencia que el árbol está enfermo y podría morir de pie, como decía Casona que mueren los árboles.

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