martes, 8 de mayo de 2012


Sergio Marqués, que fue compañero como abogado, hombre serio y leal como político. Buen presidente de la derecha en un Principado habitual de la izquierda.

Hicimos juntos una campaña electoral. Quince días de convivencia con él y con Paco Alvarez Cascos. Creo que jugamos, el buen equipo que éramos, un buen partido, a partir del cual Paco llegó a ministro, Sergio a presidente del Principado y yo volví a casa.

A partir de entonces, nos veíamos muy esporádicamente, pero a mí me bastó para comprobar que ellos dos, ambos, sabían lo que estaban haciendo y pienso que lo hicieron con fortuna, acierto y dignidad.

Hoy, de repente, tal y como al parecer ocurrieron las cosas, me dijeron que Sergio había muerto como suelen los abogados, con las botas puestas. Ni es frecuente que un abogado al llegar a la edad de jubilarse tenga una gran pensión, ni que haya conseguido cuantiosos ahorros. Solemos trabajar hasta el final. Y Sergio, sobre los sesenta y cinco, con un ramo de hijos y un montón de nietos, seguro que estaba cansado.

Que una cosa es estar cansado y otra que falte el ánimo. A él me consta que no le faltaba. Y desde que coincidimos en la Sardina de Sabugo, tente firme, cuantas veces tuvimos ocasión de darnos un abrazo como en los viejos tiempos, ambos coincidíamos en que todo esto podría tener solución.

Esta mañana, al saber de la muerte súbita, ¿cuándo no lo es?, de un amigo, un colega, un compañero, me recorrió ese dolor que produce la ausencia de quienes te dejaron huella, que siempre tiene algo de herida, de la convivencia en esperanzadas ilusiones comunes, de quienes se esforzaron contigo en equipo y no fallaron en la difícil lealtad amical de estos azarosos tiempos.

Cuando pasa algo así, fallan las palabras. Se me ocurre rezar, aunque no lo necesite, que el buen padre Dios lo habrá recibido como el hombre bueno que era, el compañero serio, el amigo leal, el padre de familia bendecido con una buena esposa y una caterva de hijos y nietos que de seguro conservarán la buena simiente, ahora que Sergio, por fin, con los deberes hechos y pienso que bien hechos, se ha ido al otro lado del espejo.

Descanse en paz, por fin, amor y luz, más allá del tiempo y del espacio.

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