Sergio Marqués, que fue compañero como abogado, hombre serio
y leal como político. Buen presidente de la derecha en un Principado habitual
de la izquierda.
Hicimos juntos una campaña electoral. Quince días de
convivencia con él y con Paco Alvarez Cascos. Creo que jugamos, el buen equipo
que éramos, un buen partido, a partir del cual Paco llegó a ministro, Sergio a
presidente del Principado y yo volví a casa.
A partir de entonces, nos veíamos muy esporádicamente, pero
a mí me bastó para comprobar que ellos dos, ambos, sabían lo que estaban
haciendo y pienso que lo hicieron con fortuna, acierto y dignidad.
Hoy, de repente, tal y como al parecer ocurrieron las cosas,
me dijeron que Sergio había muerto como suelen los abogados, con las botas
puestas. Ni es frecuente que un abogado al llegar a la edad de jubilarse tenga
una gran pensión, ni que haya conseguido cuantiosos ahorros. Solemos trabajar
hasta el final. Y Sergio, sobre los sesenta y cinco, con un ramo de hijos y un
montón de nietos, seguro que estaba cansado.
Que una cosa es estar cansado y otra que falte el ánimo. A
él me consta que no le faltaba. Y desde que coincidimos en la Sardina de
Sabugo, tente firme, cuantas veces tuvimos ocasión de darnos un abrazo como en
los viejos tiempos, ambos coincidíamos en que todo esto podría tener solución.
Esta mañana, al saber de la muerte súbita, ¿cuándo no lo
es?, de un amigo, un colega, un compañero, me recorrió ese dolor que produce la
ausencia de quienes te dejaron huella, que siempre tiene algo de herida, de la
convivencia en esperanzadas ilusiones comunes, de quienes se esforzaron contigo
en equipo y no fallaron en la difícil lealtad amical de estos azarosos tiempos.
Cuando pasa algo así, fallan las palabras. Se me ocurre
rezar, aunque no lo necesite, que el buen padre Dios lo habrá recibido como el
hombre bueno que era, el compañero serio, el amigo leal, el padre de familia
bendecido con una buena esposa y una caterva de hijos y nietos que de seguro
conservarán la buena simiente, ahora que Sergio, por fin, con los deberes
hechos y pienso que bien hechos, se ha ido al otro lado del espejo.
Descanse en paz, por fin, amor y luz, más allá del tiempo y
del espacio.
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