viernes, 25 de mayo de 2012


La realidad, posiblemente virtual, es, sin embargo, como es, Y puedo imaginar, anhelar coas distintas, pero no hay más que lo que hay, y dejarse llevar por sueños o por utopías no conduce sino a la evanescencia.

No seremos nadie, si nos empeñamos en viajar por ninguna parte. O seremos un sueño, pero en otra dimensión, por ahora intangible.

Hay quien supone posible la telepatía y la telequinesia, pero de momento aún no. Hemos de vivir nuestra época o haremos un vacío catastrófico en la cadena de la historia.

Como cuando hay una guerra.

Una guerra es siempre una catástrofe que rompe la pacífica cadena histórica de la evolución y nos deposita en orillas desconocidas y abruptas donde ha de empezarse de nuevo. Las rupturas son como finales de cada parte, cada época, cada edad.

Habríamos tenido que llegar a la siguiente con la placidez de una evolución paulatina que va afinando los bornes y los adiestra para sus nuevas funciones, pero la violencia nos ha traído a este acantilado. Le llamamos crisis. Algún pensador sagaz nos dijo, desde luego no estábamos escuchando o no se oía, con todo este ruido, que nuestro concepto social de la o de las crisis que nos agitan arrancan de una palabra: “crisis”, polisémica.

No tiene, como es usual, toda la razón, pero le asisten los síntomas y es cierto que cuando las crisis se mencionan en los soliloquios –este es un país poco dado al diálogo, dicho sea en líneas generales, y lo que suele hacerse es superponer soliloquios o ponerlos, como los railitos del tren, en paralelo-, más o menos eruditos, se quieren casi siempre decir cosas diferentes.

No habrá, como es lógico, manera de entenderse. Se producen cada día desencantos, se entra en una declinante espiral de escepticismos.

La mayor parte de los responsables de que oigo hablar o a quienes veo hacer, acreditan que anteponen con feroz entusiasmo sus pasiones a las conveniencias del común. Hay otros, se ve en seguida, que tratan de compaginarlas.

A partir de cada roto, se trata de empezar de nuevo. Y tengo la subjetiva convicción de que a cualquier humano a quien real o imaginariamente se le concediera esa segunda oportunidad que tantos añoran, volvería a hacerlo igual.

Paciencia. El privilegio de vivir, ha de pagarse con serios esfuerzos, entre otros el de la paciencia. Cimiento de la esperanza.

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