Cuando haya muerto, entiérrame
¿qué más te da?, entiérrame con música
de Nueva Orleáns.
Manda que me lleven despacito, al hombro
camino
del altar
con la música loca, ¡tan alegre!
que tocan las bandas,
dislocada,
de Nueva Orleans.
Vaya donde vaya,
si como yo creo
hay
un más allá,
del otro lado del espejo,
¿por qué vais a llorar
cuando yo ya no pueda?
Manda,
amor mío, mi vida,
que pongan la música
de Nueva Orleáns.
Te dejaré en un rincón,
ordenados,
numerados,
los discos que yo pondría,
pero,
ya ves,
te dejo que tu escojas, con tal de que sea,
alegre,
disparatada, y venga
acompañando mi tristeza de haberos abandonado,
pintando
sobre mis huellas
la cadencia saltarina del jazz,
la tristeza
encubierta, mágica del blues
¡y dejad ya de llorar!
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