Hagamos un disfraz
a la noche
para que parezca día. Hagamos
una desgarradura
para que llegue antes el primer rayo de sol
y nos libere
de esta miedo nocturno
de ser nosotros mismos
durante tanto tiempo como dura
lo más oscuro. Este
no saber casi nada, ir a tientas
¡tan ciegos como hay que creer lo que nos dice
el corazón!, al fin y al cabo
sólo un provisional,
débil
latido
que la sombra interminable de la duda
convierte en bisbiseo
de la imaginación,
repique mínimo
del deseo
de llegar, pero ¿a dónde?,
si no sabemos nada,
si en el miedo, o tal vez en la noche
está todo disuelto,
menos esta conciencia aterradora
de estar vivo.
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