-¿Qué le pongo?
-Algo, con mucho alcohol, que me adormezca
la sensación de estar aquí, me lleve
al lugar de los sueños
a más allá
de la mar donde se ahogan los recuerdos
y el alma, en carne viva,
se atreve
a soñar.
Ella me dio un vaso de agua clara
y me miró con pena.
Le sonreí, me sonrió.
Hay un sueño –le dije-,
un jardín y un paisaje,
tal vez,
para nosotros
dos.
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