miércoles, 18 de marzo de 2009

Le llaman a esto “entretiempo”, que, sales con indumentaria de lana gruesa, residuo de la invernada reciente y te agobias, pero te despojas del sayo antes del cuarenta de mayo, como desaconseja el refrán y te escalofrías en cuanto te besa ese vientecillo que viene del nordeste yt limpia vigorosamente la tersura azul reciente del cielo. Está el río lleno de gaviotas y juega una nutria mayor con dos pequeñas ya al filo de que nazca la flor del agua de hoy, dieciocho de marzo, víspera de una de san José que ya casi no es fiesta más que en el reino de Valencia, donde hablan de suprimir las fallas porque loe europeos –Spain is different- opinan que no se debe reventar tanta pólvora ni quemar tanto corcho, plástico y barnices como es costumbre ancestral mediterránea. Europa quiere mediocratizar el violento suelo de la tierra del Véspero y nos intenta reducir al mínimo común múltiplo del encefalograma plano. “¡Que inventen ellos!” –nos tienta de resucitar consignas del noventa y ocho-, cuando se hundieron los últimos barcos de los residuos del imperio y llegamos a pensar en hacer un gran reloj de arena, para medir la agonía, con la de alguno de los sequedales de la meseta. Van Gogh pintaba girasoles porque se le antojaban –creo que con singular acierto- símbolos de la amistad, sus logotipos. Ahora me dicen que los plantan para cobrar la subvención que viene de Europa. Curiosa, esta Europa, diferente de la tierra mía, de aquí, de la esquina donde se cruzaron y a duras penas sobrevivieron mutadas en superstición, ignorancia, agudeza, repentización, improvisación, chapuza e ingenio, picardía, multitud de convicciones que vinieron de las treinta y dos puntas de la rosa de los vientos y aquí hay quien dice que se confrontaron, quien que convivieron y los que opinan que todavía están dando en último hervor de su conmixtión.

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