Hay un revuelo del gentío de la calle,
que se arremolina en torno a la nota sincopada de una alarma,
adivino
la curiosidad taraceada de miedos antiguos,
en la sonrisa joven
con que te acercas, cautelosa,
quieres saber,
pero que no me alcance, Señor
-dices con ese esbozo de gesto
apenas
suspiro de lo que serás, cuando mujer,
te reencuentres, de pronto,
con la esperanza fallida de este día absurdo,
viernes de cualquier semana,
que se ha puesto a sonar una alarma
y vete tú a saber lo que puede estar ocurriendo
mientras toda la tarde se ha hecho crepúsculo y brilla,
olvidado,
el hermoso lucero de la tarde
en silencio
de lejanía intacta.
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