Cada vez me convenzo más de que todos los celtíberos tenemos mucho de anarquistas. Tendemos, como los felinos a huir de lo gregario, y, como consecuencia funesta, de todo lo que es asociarse o por lo menos intentar trabajar en equipo. No nos complacen nunca del todo los juegos, si la participación no es individual e individualista. Compartir nos resulta un concepto de que por lo menos se debe desconfiar.
Tengo conocidos a quienes les chifla y enardece llevar la contraria. Se les pregunta cómo lo harían ellos y te contestan, como mucho, que ellos ya verían, si tuviesen que hacerlo, pero que de momento están y se limitan a estar en contra de lo que se les propone.
Las da igual que se lo propongan los tirios o los troyanos, los dolicocéfalos o los braquicéfalos, todo los parece disparatado, absurdo, impertinente e inoportuno. Tú insistes en preguntarles cómo los harían ellos y cuál es su idea del asunto. Ellos, impertérritos, vuelven a lo suyo de que cualquiera que sea la propuesta, si está hecha por quien manda, está mal y que no tienen por qué dar soluciones, y, sí, se consideran obligados a rechazar las que opinan que son malas.
Descontentos, resentidos, indignados, escépticos. Son muchos. Forman coro. A veces se adosan a un nuevo proyecto, a una asociación nueva, al equipo recién creado, pero indefectiblemente, al poco tiempo ya están de nuevo en lo suyo, y, unos en silencio, otros con deliberada alharaca, se apartan del nuevo supuesto error, cuya principal desventaja estriba en no adecuarse a su personal concepto de las cosas.
Un concepto que casi nunca es delimitable ni definible y casi siempre estriba en contradecir lo que piensa y se atreve a proyectar quien tiene en cada momento la responsabilidad de hacerlo.
Pienso que se trata de una conducta sin mala fe, por muy inexplicable que resulte a veces. Creo que es una tendencia innata en que coinciden, si no muchas, un importante número de personas, predispuestas a criticar las cosas que puedan ocurrirse tanto a los utópicos como a los razonables. Gran cantidad de proyectos útiles, se enredan, eternizan en su tramitación o definitivamente se paralizan como consecuencia de estas personas, estos personajes solitarios, anárquicos e inasequibles a razones. Pienso que son a su modo felices y están muy satisfechos y orgullosos de ser como son.
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