viernes, 25 de noviembre de 2011

Recién celebrado San Martín y durante sus fastos ejecutado el gochu, llegaba Santa Catalina y la compra de otro gochín que entamar criar p’al añu que bien, si Dios quier.

Por Santa Catalina es tradición comer callos, en redor del Adviento, que hay que criar grasa pa los rigores que se acercan, de diciembre a febrero, con el alivio de la Navidad.

La Navidad es un tiempo tan alegre, al socaire del turrón, los mazapanes y los regalinos de Reyes, que, sean o no blancas, no se puede asegurar que sea tiempo d’ivierno. Por más que este malhadado año, leo en el periódico que siguen sacando a la gente de casa, por no poder pagar.

Dije y repito que la casa, el hogar familiar, el fumo de la vecindad ciudadana germánica, debe ser inembargable, a la vez que inviolable, en su condición de último reducto de la dignidad personal de todos y cada uno de los miembros de la familia que en ella convivan.

Ni siquiera Mr. Scrooge debe poder echar a nadie de casa en ninguna época, pero menos todavía en Navidad. Y la administración pública debe mantener una serie de viviendas proporcional al número de habitantes de cada núcleo, que deben ocupar quienes necesiten y no puedan pagar un hogar familiar.

Ya lo sé. Se presta a abusos. Pues estúdienlo, organícenlo, pero resuélvanlo para ayer, mejor que para mañana. Incluso cabe que determinados trabajos sociales queden a cargo de quienes ocupen esas viviendas, mientras las ocupen.

La sociedad tiene que soportar sus cargas.

Por Santa Catalina hay que prepararse a invernar, que las noches son largas y propicias a arrebujarse junto a la chimenea, trocada en radiador de calefacción, o en la cocina, como cuando era llar, y que quien las sepa cuente las tremendas historias jamás ocurridas, o tal vez sí porque no hay nadie que realmente sepa cómo fue la verdadera historia del mundo y de cada hombre, ni por qué hizo cada cual lo que hizo, por disparatado o increíble que fuese.

Tuvimos este año un otoño en nuestro pequeño ámbito apacible, soleado, bastante mejor que el verano. Ahora, en verano, es como si el mar evaporase más agua y cargase el aire hasta convertirlo en una espesa mermelada húmeda que cuesta respirar. Al menor esfuerzo, sales de la ducha y ya estás sudando. Hace calores insólitos para nosotros. Puede que sea cierto eso que dicen de que está produciéndose un cambio en las condiciones de vida de la Tierra.

No es de extrañar. Fijaivos en la difiriencia con cuando éramos nenos y no había más teléfonos que los de manivela, tardabas días en falar con Uviéu, andaba gran cantidad de gente descalza, cosa que personalmente me impresionó siempre mucho y hasta tovía nos tocaron los últimos coletazos del cine mudo, con las películas de Charlot, Nosferatu y Tom Mix, cuando iba’l mocín a salvar a la moza, que la tenían los indios amarrad’al palu la tortura, galopando como loco y veníase abajo el enardecido gallinero del cine gritando aquello de “¡hala mocín!”. -

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