lunes, 7 de noviembre de 2011

Me han interesado siempre las palabras y las citas. Las palabras por sus inconmensurables posibilidades de trascendencia; las citas por su lucidez habitual, que hace que alguien la aprecie, tome nota, las desglose de su contexto y nos proporcione un destello.

Hoy me detengo en un libro, que acabo de encargar, pero cuyo título ya me ha sorprendido y convocado: “Palabras moribundas”, de Pilar García Moutón y Alex Grujelmo, y en unas citas, la primera de Quinto Valerio Catulo: “Odio y amo. Acaso me preguntes por qué obro así. No lo sé, pero siento que es así y eso me atormenta”; otra es de La Celestina: “Posible es y aún que la aborrezcas cuanto agora la amas, podría ser alcanzándola, viéndola con otros ojos libres del engaño en que agora estás”, y por último, otra de Thomas Jefferson, cuando dice que “los errores de opinión son tolerables allí donde la razón es libre para combatirlos”.

Es evidente que huelgan los comentarios. Lo decían los postglosadores, con otra inevitable cita: respecto de lo que está claro, no hacen falta interpretaciones.

No viene a nada, todo esto. Forma parte de este momento de este lunes otoñal, sol engañoso, nubes apelmazadas que se alternan con claros, la mar inquieta.

Debe ser inquietante residir, incluso vivir en una isla como esa de las Canarias bajo que hierve la energía primaria del fondo de la tierra, donde la tierra está todavía tierna y blanda, bajo las sucesivas capas de piel. Una energía que empuja en busca de una salida al aire libre del paisaje donde convertirse en piedra dura.

Volviendo arriba. “Palabras moribundas”. ¿Os imagináis? Las palabras agonizan cuando se dejan de usar, pero hoy otra enfermedad consistente en que su reiterado uso en falso, para mentir o para equivocarse con cierta habitualidad, las vacía de contenido, y te dicen esa palabra y tú sabes que ya no quiere, quien la dice, expresar lo que el diccionario indica, sino, cuando más, otra cosa, otro concepto, parecido a no. A veces, las palabras emigran, dejan de usarse en su país de origen y las recogen con el mismo o diferente significado, en otro país de otra cultura –si acaso parecida por comunidad de origen-, y regresan, al cabo, con la sorpresa de una nueva identidad o con la renovación y hasta refacción de la antigua.

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