Pasan, sábado, animándonos desde un coche a que votemos al partido socialista. Un creo que socialista con que me cruzo, me dice que ya está harto de la musiquilla de ánimo de los diferentes partidos. Arrancaron, desde ayer, amparados por la noche, todos los carteles de propaganda que habían pegado la otra noche anterior. Actividades todas ellas reveladoras de nuestra inmadurez colectiva. Pegar carteles, arrancar carteles, volverlos a pegar, volverlos a arrancar. Carteles que cuestan dinero. Mejor sería un pacto colectivo: nos abstendremos todos de pegar carteles hasta que la madurez política de los ciudadanos que ahora los arrancan se produzca. Dinero a raudales –los carteles son caros y cuesta hacerse las fotografías de las sonrisas de los candidatos- que podrían los partidos destinar y dedicar a otras cosas.
Avisan desde el coche vagabundo, que habrá un mitin a tal hora en tal sitio y hablaran éstas y aquéllos. Ganas de perder la mayor parte del tiempo. El voto del señor Cayo está, creo yo, para bien o para mal, para éstos o para aquéllas, ya decidido hace tiempo. La gente estamos o tristes o escépticos o cabreados. Nos mueve más la inquietud que la esperanza. Mala cosa. Pensamos muchos que las promesas son en gran parte o vanas o imposibles. Otras ya se nos antojan pura y simplemente disparatadas. Tentaciones hay, se palpan en el ambiente desmayado de estas elecciones otoñales, de no votar o hacerlo en blanco. Sería malo. No votar o hacerlo en blanco es tirar la toalla y tomar la triste determinación de que unos pocos hagan mangas y capìrotes con el futuro de que a algunos no nos queda más que una miseria, un retal de venta rebajada, pero que atañe a nuestros hijos, a nuestros nietos y a los biznietos que no conoceremos probablemente, pero de algún modo nos continuarán como nosotros a aquel contemporáneo de los dinosaurios de que en definitiva venimos y sin el concurso del cual no habríamos tenido el privilegio de estar ahora aquí, en parte angustiados, en parte doloridos, en parte todavía ilusionados, porque si algo hay seguro es que el buen padre Dios no ha previsto sólo bueno ni malo, sino de lo uno y de lo otro y cuando el dolor parezca insoportable, recibiremos una dedada del ungüento maravilloso de la alegría.
Me ha admirado siempre aquel pequeño grupo de condenados creo que a los leones, que allí, mismo, en el umbral de la muerte, cuenta y canta la Biblia que compusieron uno de los más hermosos himnos, de alabanza a su Creador, que conozco.
Una de las noticias menores de hoy es que según no se quién que debe saber del asunto, pasará un enorme asteroide a unos trescientos mil kilómetros de la Tierra, más acá de la Luna, lunera, como un tiro de aviso de corsario que trata de abarloarse para abordarnos. Por esta vez, al parecer, libramos.
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