domingo, 13 de noviembre de 2011

Nos manda, enganchado en nubes de buen andar el Sahara una parte del simún degradado a viento de castañas, calor inesperado, veranillo de San Martín, para la matanza, griñispos y zorza, solomillo de gocho, ristras de chorizos, jamón fresco, lleváilo al hórreo, que cure.

Con razón decía yo ayer, cuando, transcurrido el primer tiempo, apagué la tele aburrido del tikitaka infructuoso de nuestros invencibles, que la cosa no daba para más. La infinitud de los entrenadores del mundo buscándole antídotos al sistema Guardiola, acabó por darles resultado: un enjambre de defensas y un par de galgos corredores, combinados con la fatiga de los triunfadores, y la rubia Albión ha vuelto por sus fueros corsarios.

Suben y bajan los políticos europeos, empeñados en su negativa a consolidar la Europa Unida que acabaría de un plumazo con la crisis económica por lo menos.

Acabar con la crisis económica es tanto como arreglarle el esqueleto a un futuro político posible. Pero no quieren. No sé si es culpa obstinada de alguno o de unos pocos o de todos los implicados, pero mientras nos empeñemos en el sistema tribal del mosaico de estados independientes, resultará cada vez más difícil ir poniendo remiendos. Con el riesgo de que por el camino se disperse, desperdigue y desbarate el centón. Está claro que en el nuevo ámbito de los tiempos que vienen no tiene ningún estado europeo la posibilidad de sobrevivir por sí solo. Dudo que haya muchos capaces de pagar sus deudas como no se produzca una rebaja generalizada, que se llevaría consigo el supuesto bienestar de los últimos lustros, cuando muchos esperábamos ilusionados la realización posible de los planes de la época de Adenauer, aquellos sueños de la edad del tratado de Roma.

Hoy, como dos fucilazos, la caída de Berlusconi y una ojeada a los diarios perdidos de don Niceto Alcalá Zamora, desolado por el evidente afán de exterminio de los antagónicos que ensombreció el siglo XX y lo convirtió en el más cruel, cruento y triste de la historia europea moderna. Otro periódico da cuenta de una historia romántica de José Antonio Primo de Rivera. Ignoramos muchas cosas de cada personaje histórico, por lo menos, informados como estamos de sus vicisitudes públicas, nada sabemos de sus vidas cotidianas y de sus convicciones privadas.

No hay vidas lineales. La más sencilla es un más o menos modesto laberinto y leo también que al final, los que cuentan su experiencia de haberse asomado al otro lado del espejo, pero regresaron, dicen que atisbaron, no sé si con estos ojos o con los del alma, un corredor y en el fondo una luminosidad.

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