viernes, 11 de noviembre de 2011

No hemos salido, esta mañana lluviosa, Laila y yo. Laila es mi perrita que ya es perra núbil, algo equivalente a las muchachas en flor. Laila, de vuelta de su paseo mañanero con uno de mis hijos, trató de engañarme, nada más verme, puso ternura en sus ojos, corrió como una centella y se puso al lado del arnés. Luego, al ver que el viejo zorro no picaba, buscó una pelota y me la vino a poner a los pies, invitándome, con el gesto, a que se la tirase lejos para ir a buscarla. Bueno, pues tampoco. Hoy, viejos del mundo uníos, al ordenador, En el ordenador, lo primero de todo es sacar una copia de mi crucigrama preferido, que acumulo y voy resolviendo casi siempre al final de la jornada. Lo tengo cronometrado y me cuesta entre un cuarto de hora, cuando el autor lo hizo un día de vagancia personal, y la media hora de cuando trabajó de firme para tender sus celadas y plantar sus artimañas.

Para las coníferas recién puestas en mi calle recién arreglada por Semana Santa del pasado año, el agua ha llegado tarde mal y nunca. Ya están abandonadas y secas. Las secó el excelente otoño de que veníamos disfrutando los humanos y las secó el olvido de riego, y las secaron las maldiciones de los cocheros que antes aparcaban donde ahora está prohibido.

¿Qué es un cochero? Cochero es evidentemente quien tiene un coche o disfruta de él.

Con la manía que me ha llegado de las palabras muertas o moribundas, me acuerdo ahora mismo de la palabra “automóvil”, que ya casi nadie usa porque es más fácil, corta y seca “coche”, pero creo que habría que distinguir el coche a secas del automóvil suntuoso. Para los textos legales está lo de “vehículo de motor”, a que con frecuencia le anglicanizan la preposición y se transforma por arte de birlibirloque en “vehículo a motor”.

Cosas que pasan “a” día de hoy, que es otro modo de decirlo maltratando el idioma. Tal vez también en estos asuntos ande la mejoría del mestizaje y nos aceche un futuro de lenguas combinadas, el famoso “spanglish”. Creo que hasta lo aceptaría si así fuésemos definitivamente capaces de entendernos todas las gentes.

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