viernes, 25 de noviembre de 2011

Rebusco. Idioma arriba y abajo, de la mano de Pilar García Moutón y de la de Manuel Seco, por entre las palabras moribundas y el español moderno. Curioso ejercicio lleno de altibajos, pena por unas, y sorpresas, descubrimiento de las nuevas palabras que traen tantas veces esas olas que van y vienen por el océano Atlántico, otrora Mar Tenebroso ante que se inmovilizaban las embarcaciones salidas del Mediterráneo por entre las columnas de Hércules.

Entre ellas y el spanglish, ¿hay del otro lado un anglospanish?, hacia que derivamos arrastrados por vientos de la técnica, está cambiando un castellano encima maltratado en televisión, prensa y algunos libros, si no con mucha, con eficaz frecuencia, que nos va arrastrando, hemos de reconocerlo, a casi todos los que apenas tenemos bagaje suficiente para una momentánea resistencia, desde que, sin darnos cuenta siquiera, solemos pasar a la rendición incondicional del mimetismo.

Poco a poco me entero de que estaba yo equivocado y debe decirse en singular traspié, y no traspiés, pero tenía razón cuando mantengo que no se puede decir que un equipo o un atleta van a entrenar, sino que siempre han de ir a entrenarse, sin perjuicio de que un experto pueda ir a entrenar al equipo o al atleta de que se trate.

Mientras tanto, incontables palabras mueren en el desuso. Víctimas, unas, de los avances técnicos o el abandono de determinadas prácticas y oficios, pero otras por pereza de lector, que va limitando su idioma al indispensable para la vida cotidiana, para lo que puede llegar un diez por ciento, y exagero, del diccionario y sobra la gramática.

Esta cita de la gramática me trae a una tendencia, que me han dicho se está produciendo, a considerar que la gramática no es más que una mera explicación constantemente mutable de lo que ocurre a su alrededor y con subsecciones o apartados según la academia más cercana. Me permito apuntarme entre quienes opinen que la gramática es el conjunto de reglas fundamentales de utilización de un idioma. Y no es que las considere inmutables, que inmutable no hay nada, ni definitivamente cierto, de este lado del espejo, pero sí difícil y muy estudiada y motivadamente mutables, como lo han de ser siempre las leyes y reglas fundamentales de países y culturas.

Puede que en alguna época, antes de Babel, todos los humanos hablasen el mismo idioma inicial, y que haya habido la misma dispersión con que los hombre tienden a disponer de idiomas, dialectos, argots o modos convenidos de diferenciarse de los demás y comunicarse en secreto con grupos relativamente pequeños en comparación con esa ingente masa de ya más de siete mil millones de humanos que por ahí pululan y que crece sin cesar.

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