sábado, 25 de febrero de 2012

Dicen que dijo Chávez, en Cuba, recién llegado, que “la derecha se quedará con las ganas”. ¿De que le saquéis los cuartos? La derecha es trabajadora, ahorradora, tenaz, hay muchos ricachos y hasta ricachones, en ella, y es temerona, porque es el que tiene, quien ha de pagar en miedo la contrapartida por tener.

La izquierda merodea alrededor, va erosionando lo que puede, salta de lo material a lo espiritual y viceversa, para tratar de convencer a la derecha de que lo suyo es pecado y que debe hacer partícipes a los demás. Y, cuando una u otra exagera sus respectivos afanes de mantener y de transferir, la otra o la una, sus adversarias, se echan al campo, se suben al monte, desentierran el hacha de guerra y se reproduce la Iliada, solo que con otro armamento y cada vez mayor peligro de llevarse en una de sus tarascadas por delante el mundo mundial, sacado de sus casillas y sus ejes y de la armonía universal de las esferas.

Ambas, derecha creadora de bienes y riqueza, e izquierda, distribuidora de riqueza y bienes, son según mi criterio indispensables para que esto de la sociedad, una de nuestras realidades esenciales, exista y funcione y lo haga con la debida y armónica gracia, bajo la mirada del buen padre Dios, si somos creyentes, de la Naturaleza y sus leyes del caos, si no creéis, o, simple y sencillamente porque sí y empíricamente parece cierto que somos un conjunto vivo, bola de la tierra y nosotros, individuos sociales, y cuanto vive a nuestro alrededor, cada ser a su rítmo y con su más o menos pausada efimeridad como pauta, debe participar tendiendo a las al parecer inalcanzables paz, justicia y libertad.

Ambas pesan y reaccionan contra los desequilibrios, con mayor o menos violencia, según la previa violencia del vaivén o según su magnitud, pausada a veces, y producida con esa lentitud de fenómenos histórico con que la historia, valga la redundancia, se mueve.

“Tendra que ser así”, decía aquel viejo polvorista del lugar que cuando tiraba los cohetes por ferias o festejos, se quemaba siempre en el mismo dedo.

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