Discurre -significado de transitar, pensar, que es el otro, discurrir, razonando, es un peligroso ejercicio que puede llevar a conclusiones y lo que concluye se acaba- Discurre –dije- el río del tiempo. Manso, esta mañana. Arroyo que pasa bajo el puente de este frío que ahora nos manda Siberia, probable economía emergente y deseosa de que probemos lo que mejor sabe hacer desde que la generación actual de los más viejos recuerda.
Dice Bertol Brecht, cito de memoria, en alguna parte, que es mucho peor crear un banco que atracarlo. Escribe, supongo, desde su peculiar punto de vista social.
Y discurro, ahora en el significante de razonar, que para un anciano, que por cierto ayer se lo llamaba el periódico a Akí Hito, emperador del Japón, que es un chaval aún, puesto que tiene sólo setenta y cinco primaveras, bueno, pues para un vejete que en realidad lo sea por haber rebasado la peligrosa frontera de los noventa, es mucho más interesante encontrar un banco del parque, un banco de veras cómodo donde recuperar el resuello, que uno de esos bancos dinerarios tras de cuyos mostradores se esconde la pasta.
Porque habrá pasta, supongo. No se habrá acabado, agotado, evaporado, sublimado, por mucha que hayan ocultado los de la lista de más ricos del mundo que publican algunas revistas todos los fines de año, como si fuese una extravagante olimpiada, un concurso de páginas del Guiness. Cuando se dice de alguien que tiene miles de millones de euros, ¿dónde coño los tendrá? ¿Los habrá visto alguna vez? ¿Se dará el capricho, que según la factoría de Disney se da a veces el tío Gilito del pato Donald, de bañarse en una piscina llena de monedas de oro?
Dicen que hay dos maneras de sentirse bien: tenerlo todo o no necesitar nada. Personalmente opino que sólo la segunda es la buena, pero, vuelta a pensar, resulta que para no necesitar nada hay a quien le basta con estar vivo y quien precisa disponer de esto, aquello y lo de más allá. Todo un lío, porque luego hay que contar con esa necesidad de comer y beber, disponer de un refugio, evitar que te cacen y coman tus particulares depredadores, todo lo cual hemos heredado de la selva primigenia, que me recuerda la absurda discusión de unos que debatían si era más “mucho” o “bastante”. Ni lo uno ni lo otro, procuré aclararles. A veces, mucho no es bastante y otras veces es bastante muy poco.
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