viernes, 19 de enero de 2007

Dice la mitología tupí-guaraní que el Kurupí protege a los animales y castiga al cazador que, asegurada ya su subsistencia, todavía mata por simple maldad; protege igualmente a los árboles, no permitiendo que se los corte si no es por necesidad ... Es un espíritu lleno de misterio, a veces tiránico y brutal, a veces humilde, dulce, servicial y hasta ingenuo, que se deja engañar con facilidad; por lo demás, se vuelve propicio al cazador que le hace ofrendas. Debe ser realmente preocupante creer en una deidad cuyo carácter pueda fluctuar inmotivada e inesperadamente como el de cualquiera de nuestros amigos o como el nuestro mismo. Imaginemos al cazador que viene de vuelta a casa. Imaginemos que ya trae lo necesario para su propia subsistencia y la de los miembros del clan que le están encomendados, pero de pronto, cruza ante él telendo, hermoso, un pintado, rapidísimo leopardo -el felino más rápido de la creación. Realmente es un desafío para nuesto cazador, el paso de ese leopardo. Casi de modo maquinal, carga, encara la escopeta y dispara. No fue maldad, señor -se apresurará a decirle al Kurupí-, sino desafío. ¿Lo perdonará?

No hay comentarios: