lunes, 1 de enero de 2007

Me he colado en el año nuevo, 2007, como si no hubiera pasado nada. Estaba en 2006, un parpadeo y era 2007. Ni un salto de temperatura, ni ponerse a llover de repente. Fue, ya digo, como deslizarse por un tobogán no demasiado largo y la noche continuó siendo noche, pero ahora estaban sirviendo copas de vino espumoso, se arremolinaban, un rapaz, en el tumulto, se abrazó a su vecina de más cerca y se besaron. No fue que le robara, como era su evidente intención, un beso, sino que ella lo atrapó, se ciñó a él y se quedaron ambos por unos segundos, aparentemente quietos, supongo que arrebatados. Luego, ella le dió una bofetada y salió corriendo de la habitación. El se puso la mano en la cara, y, pensativo, se fue apartando hasta desparecer entre la gente. También fue como si no hubiera pasado nada, pero el año, con este incidente, ya no me pareció tan ingenuo como había esperado que fuese. Si acaso más proclive a lo inesperado susceptible de producir consecuencias inimaginables. ¿A dónde fue la chica a escupir su deleite? ¿A dónde el ladrón a esconder como un tesoro el suyo? ¿Habrá pintado un plano de la escondida caverna de la isla desde hoy del tesoro en que lo ocultó en un cofre de madera de jacarandá?

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

Hace muchos años conocí a una chica guapísima de ojos verdes. Ella a mí nunca me hizo demasiado caso, te estoy contando de cuando era muy chavalín, ya sabes que ahora todas me persiguen :D, y aunque yo no entrara en sus planes para nada, me dejó dos frases para el recuerdo, para el mío al menos. Una se dio cuando tras leer un relato mío, triste como la condena inaplazable de un reo. Me devolvió aquellas hojas con la parte inferior manuscrita en lápiz. Es sublime decía.

Y yo guardé aquello para siempre.

Este fragmento es magnífico, Bosco.

Un abrazo.