lunes, 14 de noviembre de 2011

Puse como salvapantallas un acuario virtual en que se mueven peces sin duda filmados en otro acuario real de Dios sabe dónde. Lo cierto es que éstos se mueven con la pausada calma, seguro, con que en el de verdad se mueven los peces reales. Unos y otros, digo yo que se maravillarán, lo mismo que nosotros nos sorprendemos del sosiego de su comportamiento, ellos, nos mirarán a su vez y con el posible rudimento de cerebro o similar que tengan, se maravillarán de nuestra insaciable prisa crispada por llegar a la meta de cada etapa que nos vamos proponiendo con esta insaciabilidad desconcertante.

En cuanto llegue a …, en cuanto tenga …, nos decimos una y otra vez, sucesiva e interminablemente, es probable que ya no necesite … Y en realidad, son pocas las veces que “necesitamos”, en el más estricto sentido de la palabra.

Lo que se necesita está por lo general programado, aunque a veces no llegue la camisa al cuerpo, en tiempos como los de estas crisis evidentemente superpuestas. A lo que me refiero es a lo que hasta hace poco considerábamos poco menos que indispensable para una tranquila satisfacción.

Con esto del euro, las crisis, lo de apretarse el cinturón, el desconcierto más que evidente también, de los “expertos”, la lista de anhelos se ha estrechado y cada vez más de nosotros, lo que querríamos que nos garantizaran y pretendemos es llegar a fin de mes con la despensa razonablemente provista y la nevera conteniendo lo por lo menos justo para que cuando alguno de los chavales la abra no se vuelva y nos mire con esa interrogación implícita en el gesto.

Se a la paradoja de que nos crispa más el deseo de lo superfluo, cuando parece posible y cabe hacer las cuentas de la lechera para empeñarse y comprarlo, que una verdadera necesidad, al llegar la cual ya predomina el desaliento.

Regresamos a una sociedad deshilvanada en que un poco más acá de la pobreza, sufre el ejército de los pobres vergonzantes, que disimulan como pueden el hambre y fingen mantener con lo que tuvieron una tranquila dignidad virtual.

Nos acercamos peligrosamente al desfase entre lo que se gana y lo que es necesario, comprendiendo en ello algo de lo superfluo, indispensable para convivir.

En mi acuario virtual salvapantallas, de vez en cuando pasan tres o cuatro tiburones. Todos los demás se apartan y algunos, más astutos, navegan tras los escualos, que, aparentemente ahítos, pasan y pasean inmutables. Los tiburones son blancuzcos, ominosos, se advierte en su porte la tensión del peligro. Todos los demás peces de colores, a rayas, con manchas, salpicados o de brillante colorido uniforme, se ve que navegan atentos, medrosos, provocan, sin embargo, sensación de alegría de vivir. Su colorido podría equivaler a una sonrisa colectiva.

2 comentarios:

Acuario dijo...

Yo tengo un acuario de salvapantallas y la verdad que me es muy relajante.
Saludos
Aurora

Aurora dijo...

Por cierto un buen post...