viernes, 24 de octubre de 2008

Cada instante es un privilegio, en cuanto supone que el copo de vida que nos corresponde, permanece unido a este cuerpo de usar y tirar que permite a los sentidos remitir a nuestra máquina de interpretación las sensaciones.

Y más en cuanto disponemos de muchos días para apreciar los detalles que es probable se puedan experimentar en uno solo. Si te fijas –me dijo una vez uno de mis maestros-, todo cuanto pasa a lo largo de una vida de las que llaman largas, cabe en el transcurso de un día, y lo que ocurre, añadí yo atrapado en la idea, es que disponemos de más días para tener ocasión de que nuestro sistema ensaye reacciones distintas o profundice en las que prefiera de todas cuantas disfrute o sufra.

Por ejemplo los matices de una alborada o una puesta de sol.

El amor, el dolor, los incontables motivos de alegría o los numerosos matices de la tristeza.

No recuerdo lo que hubo antes, considero inimaginable lo que habrá después, pero considero un inconmensurable privilegio éste de estar vivo

No hay comentarios: