viernes, 24 de octubre de 2008

Recuerdo haber sido un niño,
solo que los niños de mi barrio, de mis años de niñez,
apenas tenían tiempo de serlo
mientras se preparaban para ser héroes de una guerra
que jamás fue suya,
pero, como su madre,
también los llevó en las entrañas. Recuerdo
que confundíamos la guerra con la paz,
llegamos
a pensar que aquél era el estado natural del hombre,
y nuestro probable destino
morir heroicamente.

Recuerdo haber sido un niño entre otros niños,
disfrazados
de guerreros. Hasta los Reyes Magos
se contagiaron
durante varios años
del mismo ardor guerrero que nosotros
y nos trajeron cascos de cartón,
ametralladoras y fusiles de palo
y cañones, para que participásemos
del ensayo general de cada día de guerra,
del sufrimiento de la retaguardia,
del hambre subconsciente de paz,
que ignorábamos.

Recuerdo haber sido un niño a duras penas,
casi sin lograr serlo.
me lo acaban de recordar ahora
y no puedo creer que se atrevan
con tanto niño de verdad alrededor, con tanto
afán de amor y de alegría
con que corren los niños en el parque
en este mismo momento
a usar de la memoria
para hacerles llorar otra vez aquellas lágrimas
que se estaban a punto de secar
en la madrugada
de su ilusión de niños
que a Dios gracias no saben nada real de las guerras.

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