Hay con quien descubres sorprendido que simpatizas sin conocer, y la experiencia añade que cuando tal ocurre, el sentimiento suele ser recíproco y debe ser que la parte de afuera del alma íntima, que hay quien dice que nos rodea como una especie de aura, es capaz de relaciones que no escapan al subconsciente. Pienso en consecuencia que hasta podríamos enamorarnos de alguien antes de saberlo o incluso sin enterarnos nunca, y así podríamos haber sido protagonistas de historias como las legendarias y amantes de mujeres que nos habrán querido locas de amor, o nosotros a ellas. Y podríamos haber tenido desconocidos amigos, que pasen de esos como mucho cinco o seis que son los únicos que conscientemente lo son en una vida, por muchos otros que de modo superficial lo hayan aparentado, acompañándonos durante algún tramo del camino.
Habría entonces una vida como un iceberg, en su mayoría oculta bajo las aguas donde no penetra la luz del pensamiento consciente, que asoma de modo ocasional como la punta de dicho iceberg mientras soñamos y nos movemos por ese territorio del surrealismo onírico en que todavía suelen estar vivos los muertos y los vivos, sin embargo, ya no lo están a veces, o, de tan inquietantes modos, somos capaces de volar o incapaces de salir de un laberíntico palacio.
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