Descubro esta mañana
de sol inesperado en pleno otoño
que si se dobla
la esquina del camino, hay más allá otro valle,
y otro, después, y hasta es posible
que siempre otro,
siempre diferente,
a veces
de modo casi imperceptible,
como si también fuese yo ese mismo niño
que juega un juego antiguo
al bode del mismo rumor,
al parecer eterno
del río,
ese rumor, que, diré una vez más,
que tiene que ser eco
de la voz del buen padre
Dios,
que insiste en decirnos algo sin duda importante,
que somos,
que por lo menos yo,
soy
incapaz
de entender
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