Entre tanto holograma, tanta cosa virtual, tanto disfraz, ciencia ficción y cosas que se dan por supuestas, resulta cada día más difícil saber si queda algo cierto, real y como es y que no se haya por lo menos desnaturalizado en el cada vez más frecuente afán de hacerlo todo más blando, manejable y digerible, apenas queda memoria del sabor de la leche de vaca o del pollo de aldea.
Casi somos ya incapaces de desbrozar aproximaciones a la verdad a partir de las desviaciones retóricas mediante que nos la disimulan a base de eufemismos, y cuando alguien quiere resultar sincero ya no sabe como elaborar su mensaje para que atraviese el tejido de palabras que nos agobia.
Días hay que parece que llueven palabras y se arremolinan en torno nuestro hasta ensordecernos en una especie de ojo de huracán a que el subconsciente nos reduce y donde el exceso de ruido permite que se condense el silencio del escepticismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario