lunes, 3 de octubre de 2011

Envidio,
ahora, con la vejez a cuestas, como un hatillo
de menudencias pendientes,
vuestras piernas ágiles,
ese aire decidido con que cruzáis la calle,
trepáis,
escaleras arriba, inalcanzables.

Me acuerdo
cuando yo tampoco daba importancia a correr
a través de la plaza
llena de turistas y de palomas.


tienes esas piernas, yo
mis recuerdos.

Ambos podemos correr juntos a través de la plaza
entre el revuelo airado
de turistas
y de palomas,
bajo el mismo sol,
con la misma alegría esperanzada,
aunque no podamos ya nunca jamás
ir cogidos
de la mano.

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