Nadie puede detener el otoño. Nadie puede detener la gripe. Nadie puede sacarnos de las crisis. Da pena releer algunas de las novelas de ciencia ficción que allá hasta por los ochenta, auguraban que el año 2000 sería el de los milagros de la ciencia y de la técnica, el 2005 la repera y el 2010 la releche.
Bueno pues aquí estamos, en el 2011 casi vencido, algunos, como el que suscribe, de propina ya y no era para tanto.
Quitando que a los que mandan cada vez se les enreda más la falta de ideas y que en cambio son mucho más astutos para sacar los cuartos de las huras de los que no mandan y quitando los telefoninos que vinieron a sustituir a la multitud de artilugios que a través de pinganillos en las orejas pusieron en órbita el invento de la música peripatética, pocas cosas hay significativas, además, desde luego, del ordenador portátil y sus tabletas no sé si complementarias o suplementarias.
Me parecen a mí mucho más espectaculares los automóviles agua, mar y aire, todavía por inventar en serio, los coches auto o teledirigidos, el dominio de la telepatía y la telequinesia, por fortuna todavía arcanos.
Habrá habido, pienso a veces, un error. Se querría decir año 3000, cuando otra cosa se dijo. Porque esto de los adelantos –ocho coyotes clonaron estos días, que para qué mil pares de puñetas querrá nadie clonar ocho coyotes-, parece ser significativo contando por milenios. De mil en mil años, se inventó la máquina de vapor, andamos a punto del objeto volador unipersonal y se han entrevisto pasar los neutrinos, haciendo burla a Einstein.
Y pasaremos, en busca de energía más limpia, de la fisión nuclear a esa especie de conmixtión nuclear que dicen, interpreto que es lo contrario de la fisión.
Pero vienen, sea como fuere, el otoño y la gripe, los sudores fríos y las temperaturas calientes, las narices tapadas y las toses profundas, estornudos y aspirinas o sus sucedáneos, vaya por Dios, que ahora que la habían inventado en una versión efervescente y otra sin agua, dicen que es peligrosa para no sé qué. Y tendrán razón, porque ¿qué hay bueno que no sea malo para algo?
Te vacunan ¿Inmuniza? Bueno, hombre, no es seguro, pero, cuando menos, o es inocua o te da más leve. ¿Cuánto leve? Va en constituciones.
Mala la hubisteis, franceses, en esa de Roncesavalles. Malo si para calcular el efecto de la vacuna hay que releer, interpretar o cambiar la constitución. ¡Que no, hombre, que no has entendido nada!. Verás, volvamos da capo: nadie puede detener el otoño ni la gripe …
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