sábado, 15 de octubre de 2011

Es sorprendente, siniestro, tremendo. Hay gente que se asocia para hacer daño, extorsionar, matar. Incluso se alquila, por dice la notica periodística que módico precio, para matar a otro, desconocido para ellos, no es nada personal, lo identifican por medio de fotografías de frente y de perfil. No te equivoques. Le parecería mal a quien hace el encargo. Tan cobarde que no se atreve a matar por sí mismo y encarga a otro el trabajo sucio, con el paradójico encargo de que lo haga pronto, sin prisa ni pausa, pero en cualquier caso con limpieza.

¿Qué clase de mundo hemos inventado, qué clase de sociedad donde matar es una industria rentable, una dedicación en concepto de asociado o de autónomo? Habrá asesinos que trabajarán solos, sin sociedad que ampare su trabajo, es decir, sin empresa con organigrama y demás. Como mucho, con uno o dos ayudantes que garanticen la alevosía.

Por lo menos, esos americanos que motejamos con frecuencia de primarios, de ingenuos, permiten comprar armas y tenerlas en casa para intentar defenderse con igualdad o aproximación de oportunidades al sicario que viene armado hasta los dientes. Y eso, cuando no defenderse, permite suponer que elevará el precio de las ejecuciones por encargo particular o disuadirá alguna vez al encargado de realizar el trabajo.

Aquí decimos que no, que la civilización consiste en suponer que la fuerza pública es más que suficiente para que casi todos vivan impunemente. Se ve que la idea tiene mucho de equivocada. Lo acreditan en primer lugar esos ajustes de cuentas por encargo, pero además y también, las ya numerosas agresiones de hombres y mujeres o similares a sus respectivas parejas. Esa ley infame del “o pa mí o pa naide”, cuyos preceptos se aplican día tras día, con armas de fuego o blancas, con armas improvisadas mediante objetos domésticos del quehacer diario, con las mismísimas manos, que antes acariciaron con por lo menos fingida ternura.

No soy capaz ce entender cómo con estos asuntos pendientes, hay quien se preocupa en cambio por si prohibir o no las corridas de toros o la protección de los ratones campestres, que he oído decir que se prohíbe usar las viejas bañeras como abrevaderos a campo abierto porque si se caen dentro los pobrecitos ratones, al no poder salir, se ahogan. Cosas veredes …

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