Zahorí. Eso es lo que quiero ser. Es la profesión del futuro de un mundo contaminado. Buscador de manantiales secretos, profundos hontanares de agua todavía potable.
Tanto dijo Pedro que había visto al lobo que cuando vino pudo acercarse impunemente a sus víctimas y rascarles con la uña de lobo el hombro: eh, tú, ¡que soy el lobo!, y el vecino, muerto de risa: ¡tú que vas a ser un lobo!; tú eres otra fantasía de Pedrito el del lobo. Y, glup, el lobo que se tragó otro vecino y otro y así quizá hasta mil o más.
No pasa nada. Son –dicen los entendidos entrecomillados- fantasías mendaces de los políticos, los científicos, los economistas. Ya veis lo que pasó el año pasado, cuando auguraban todos los males, las quiebras, la epidemia aquella de la gripe del gochu …
No pasa nada. La cuerda –dicen los optimistas-, resistiría tirones mucho más fuertes, el estómago guindilla más picante, la pirula males mayores. Hasta que todo de pronto y sin saber por qué, se desmorona o se rompe un eslabón cualquiera, el menos pensado. Que mira tú, a mí, que jamás me había hecho daño la puñetera guindilla. Pienso que más bien habrá sido el café, que ya dice mi mujer que el café hay que ir dejándolo, que luego no duermes y se te ocurren esas locuras fuera de tiempo y razón.
Algo así debió de ser lo de Babel, cuando se inventaron de súbito todos los idiomas y nadie entendía al otro, puesto que le pedías un martillo y te daba un sacapuntas. Y ahora es igual, nos dicen tantas mentiras y las entremezclan de un modo tan artero con las verdades a medias y las medias verdades que nos acostumbramos a tener que deducir que cuando el señor tal o cual dice lo que dice, en realidad quiere decir eso otro para que entendamos que está diciendo lo de más allá.
Por eso, de mayor, quiero ser zahorí, del agua clara y las palabras exactas.
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