Esta generación no verá la salida de la crisis. No bastan veinte años para lograrlo. A partir de esa afirmación, que baso en la imposibilidad de que con lo que actualmente se produce y vende pueda generarse el líquido imprescindible para pagar lo que se debe pública y privadamente, se podrá empezar a hacer planes.
Es urgente hacerlo. Hay tanta gente sin trabajo y con pocas perspectivas de lograrlo, que ayer se echaron a la calle en todo el mundo muchos cientos de miles de personas, que, por cierto, al no saber qué pedir, piden lo imposible.
Todo un aviso para la que llamó don Jacinto ya hace tanto la “ciudad alegre y confiada”. Había muchos problemas entremezclados, muchas protestas trufadas de indignaciones, odios, resentimientos y demasiados asuntos pendientes.
Corre prisa salir del paro y publicar un boceto para la nueva sociedad que ilusione a los airados, los indignados, los frustrados y los escépticos, de momento todos en el mismo carro de la protesta masiva. La masa no piensa. La masa crece con levadura de consignas interesadas que sustituyen a la ilusión de una idea.
Deberíamos haber empezado ya a tomar medidas para la indumentaria del mundo que viene. Es urgente. Tenemos veinte o veinticinco años como mínimo para reconstruir, que en este caso es inventar la nueva sociedad. Una labor en que el primer fracaso serio sería no lograr la unidad política de Europa cuanto antes. Mejor ayer que mañana.
Restaurar los principios, sobre respeto máximo de la regla común de que debemos tratar a los demás como queremos que los demás nos traten; sólo de ese modo aprenderemos que la dignidad personal se adquiere mediante la conducta personal y que esa dignidad debe ser fomentada y respetada como base de la solidaridad interpersonal indispensable para cualquier entramado social.
Aprender a generar riqueza –tanto moral como material- y procurar que se redistribuya, en parte con justicia, en parte con equidad y en parte con caridad, pero siempre con cuidado respeto de la dignidad.
Con ello no desaparecerá la parte oscura, no es posible que tal cosa ocurra, habida cuenta de nuestra naturaleza en que resulta indispensable el equilibrio de la materia con la antimateria. Pero la corrupción no sustituirá al orden ni el crimen organizado al organigrama administrativo de la autoridad.
La política, entiendo, debe ser el arte de mantener la convivencia en que consiste la única vida posible, y la economía ha de ser una herramienta que pienso que no deberíamos confundir con una religión.
La religión es indispensable para equilibrar la vida con la muerte y tratar de entender.
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