Ya vos lo icía you, que al nun haber farina pa tos nun quedaba outro medio que partir las perdidas, repartilas entre tos y que al que Dios i la dea, san Pedro i la bendiga.
Cuando s’acaba la tela, aparez la carne viva, icía aquella sabia muyer de la cocina mi casa que más p’allá de las ocho la noche nun barría n’ivierno, qu’andaban las ánimas po los rincones, pidiendo un padrenuestro.
La primer ánima, Grecia. Ande haz muito naceu la idea en si misma considerada y foi allí ande naceu l’ome eropeo ya entamó cavilar. Agora hay que dais la mano que salgan p’arriba. ¿A quién se i ocurre, venga de meter xente n’el euro ese, sin miráis la bolsa a ver qué traían?
Había qu’atraelos con la monserga esa de que tos iguales. Nun ya verdad. Ta viéndose agora. Tos tan fechos de lo mismo, pero tan fechos diferentes, coño, que basta miralos pa dase cuenta. Pasa co los grupos como co las presonas. Tos del mismo barro, ta claro, pero unos quieren trabayar ya outros non. Unos valen pa’studiar ya outros non. Ya eso hay que tragalo porque ye verdá, ya la verdá inmponse siempre, póngaste como te pongas.
Paicía, de momento, que tos mejoráramos. ¡El mesmo diñeiro pa tos ya tos iguales d’una vez pa siempre! Si, el mesmo dilñeiro. Las vieyas monedas d’a rial, perronas ya perrinas, pesos ya billetería, agora tos los mesmos … pero’n la mesma poción qu’anantes. Co la pega, pa más, de que to paeicía más barato, que lo qu’anantes costaba mil, agora poco más d’un patacón.
Nos trajo Grecia, allá al principio de la idea de Europa, la sabiduría oriental cocinada con agua mediterránea, que más tarde los árabes, posiblemente el pueblo más culto del medievo, nos conservaron y tradujeron gracias al exilio, la rebelión y el califato de Abderramán en Córdoba. Los pueblos se agotan en sucesivos esfuerzos, se pasan las antorchas, de unos a otros. Justo es que precisamente haya sido Grecia la que haya dado el aldabonazo de reconocer que no hay dinero para pagar todo lo que se debe.
Cifras fantásticas, que parecen de ciencia ficción. Cientos de miles de millones de euros. Meros dibujos en libros de contabilidad de fabulosas cuentas de las lecheras de todo el occidente, enredado en la colosal telaraña de la economía virtual.
Si no había dinero, ¿por qué no imaginarlo? Hace muchos años, se reían conmigo algunos escépticos cuando comenté que estábamos jugando con dinero como el del Monopoly, que no quedaba más millón “visible” que el que se enseñaba fugazmente a las cámaras, guardado en un maletín, en los concursos de la tele, y que lo demás eran pesetas virtuales. Evidente exageración, pero síntoma de lo que estaba pasando y ahora hay que pagar, pero nada más que poco a poco y hasta cierto punto.
La quita y la espera, como en los convenios de los concursos, nos salvarán del caos, pero ¿habremos aprendido?
Sigo opinando, con el mayor respeto de otros criterios, que la mejor y más rápida salida de las crisis pendientes sería la constitución real de la Unión política Europea. Y sigo creyendo que los que mandan en los diferentes países, no la quieren en realidad. Lo que pienso que no sabe aún nadie es lo que prefiere la mayoría de los europeos.
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