martes, 22 de septiembre de 2009

Como soñar es barato y agradable, sueño despierto con un mundo feliz a mi manera. Para que todos fuésemos felices, concluyo tras de mi sueño, el mundo tendría que ser de muchas maneras, ya que a cada cual le gustan cosas distintas y modos diferentes de hacer, decir, que le hagan y le digan, gobiernen y administren los demás.

Por eso hace falta un espacio para cada cual. Incluso en la época feudal, cuando casi toda la tierra pertenecía al señor, que si acaso la cedía en foro o enfiteusis a sus colonos, más bien servidores, y, a cambio, de algún modo agnados, incluso el más pobre, disponía de un minúsculo huerto en que plantar y cosechar unos hierbajos y algún que otro tesoro hortelano, que eran, pienso, el rincón de asiento, el territorio, la base y el cimiento de su dignidad personal.

Según la plataforma que constituye el paisaje, se sueña de una manera o de otra. Lo digo esta mañana, que tengo pensado salir hacia Castilla y se por experiencia que los sueños que se sueñan desde cada valle de las muchas asturias son necesariamente distintos de los que se sueñan desde la anchura de Castilla, la única y llana, donde el horizonte, en cuanto te descuidas, te rodea, pero a cambio está lejos. En Asturias, el horizonte es como si lo mirásemos a través de un embudo puesto al revés y además está cerca, como no sea mirando a la mar.

El horizonte de la mar tiene un no se qué atrayente. Es como si allí, un poco más lejos de donde alcanza la vista, hubiera el equivalente de un imán, pero apto para tirar de nuestra piel humana, sobre todo cuando eras niño o cuando fuimos jóvenes.

Usa, ese imán, como sucedáneo de la magnetita, la sugerencia de fantásticas realidades y casi imposibles imaginaciones. Podría, sin embargo, tener razón, podría haber alguien, en alguna costa lejana, esperando ver aparecer las velas de nuestro velero o el humo de la chimenea de nuestro viejo patache, ahora que los barcos ni usan velas ni vapor para abrirle heridas a la mar paciente. Cuando la mar se cabrea, vale más irse un poco tierra adentro.

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