viernes, 4 de septiembre de 2009

Convergen la crisis, la amenaza de la gripe y la agonía del verano en una suave melancolía sólo mitigable por una buena lectura, aplicando el término “buena” a una lectura agradable y sosegada, aunque no sea prodigiosa. A medida que se es mayor se encuentran menos prodigios literarios y uno rastrea en cada estilo la huella de algunas influencias, que sufre cada autor novel, casi siempre demasiado leído, antes de ser escribido y escribidor. La amenaza de la gripe es como una hipocondría artificial que alguien ha desparramado por delante, como una populosa avanzadilla del virus, que parece mentira que alguien tan pequeño incluso mate con esa aparente sencillez de usar la gripe, algo aparentemente banal, como cimiento o tal vez como aguijón. La crisis consiste en que somos más pobres por haber padecido los dos mayores vicios del euro: el redondeo y la impresión que produce de que son menores los precios cuando se expresan con cifras menores, en moneda de mayor valor. Por un momento, todos habíamos pensado que éramos más ricos y las cuentas de resultados nos están ahora informando de que somos más pobres. Puede que, considerados desde el engañoso punto de vista estadístico, los más pobres de los ricos del mundo. Y sin derecho a quejarnos porque más abajo en la escala figura la inacabable lista de los países pobres, los que no tienen tiempo para hipocondrías de ninguna clase.

No hay comentarios: