viernes, 18 de septiembre de 2009

La sociedad en que vivo ha de regenerarse, so pena de llegar a la comprobación de si hay o no fondo, que es realmente dudoso, en la degeneración moral cuyo más evidente síntoma es la falta de respeto a los demás, cualquiera que sea su clase, raza, condición, clase, religión, y la multitud de etcéteras imaginable.

Con el único límite de que el prójimo a que he de respetar, tiene que respetarnos a todos los demás con la misma escrupulosidad afectiva.

Porque, digo y sostengo, y si hace falta razono, que quien deja de respetar a los demás está renunciando a sus derechos humanos. Lo hace, sin duda, de modo tácito, pero no por ello menos expreso, y quien renuncia a sus derechos, no tiene por qué ser respetado en ellos.

Una vez más, la prensa evidencia, al servir de observatorio sobre nuestro, no nos engañemos, microscópico cosmos, que hay desatada una vesánica locura, producto del contraste de los instintos en carne viva de las personas. Se mata a palos, se apuñala, se trocean o se esconden los cadáveres de las víctimas. Alguien tiene que poner orden, para que la sociedad mantenga sus probabilidades de supervivencia.

Tiene algo de oscura, pero brillante estética, la literatura maldita en que se describe la magnífica fuerza de cada instinto humano, pero las sucesivas aperturas de cajas de Pandora de las aberraciones derivadas de cualquier instinto sin educación, encauzamiento, sumisión a la razón, acreditan que al hacerlas o consentirlas no se consigue más que aproximar a la comunidad a los límites del caos y la catástrofe, por recuperación del imperio sucesivo de las leyes del más fuerte y del Talión.

La que Saroyan llamaba “hermosa gente” tiene mucha menos culpa de lo que parece en el deterioro social. A pesar de lo que se le engaña y manipula, trata de incuestionable buena fe deseleccionar a los mejores para que representen y gobiernen. Luego, sin embargo, esos pocos que representan y deciden, tienden a la iluminación, el deterioro de principios y el todo vale si puede generar adhesiones personales, beneficios egoístas o privilegios de grupo o persona. Nos intentan deslumbrar con los espejismos de sus juegos de luz y sonido y con la ficción de que “los otros”, son el enemigo peligroso a que tal vez –siembran la duda- incluso convendría tratar de exterminar.

Recientemente, ha sido un éxito editorial la monumental saga del “Millenium” de Stieg Larsson. Probablemente suscitará polémicas, se gastará mucho papel diciendo que está y no está bien escrita, es o no una gran obra literaria. Lo que es sin duda es una brillante y lúcida descripción del comportamiento, el modo de vida, en definitiva la cultura de la sociedad a que estamos llegando.

Aterroriza. -

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