lunes, 7 de septiembre de 2009

Cuando no hay nadie,
lo que me falta es el apoyo de las palabras,
que los demás, al final
no son más que eso,
palabras
que te ayudan a sobrevivir, te laceran,
te consuelan
o te matan con la misma indiferencia,
porque de los demás,
por más que te quieran o te odien,
sólo dos
te dieron
la vida
y cualquiera puede, sin embargo, matarte,
sin que por eso el mundo se acabe,
ni a veces
se entere nadie,
pero todos, vivo o muerto,
te cubrirán con el centón interminable,
la implacable letanía,
tan necesaria para sobrevivir,
y, en su caso, morir,
de sus palabras,
que,
si te faltasen, como a mí hoy,
te mantendrían en el oscuro silencio,
este miedo sin límites
de
la
soledad.

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