domingo, 13 de septiembre de 2009

Todo podría ser un sueño, la realización ficticia, holograma que, tiendes la mano y ni siquiera hay del otro lado quien reciba sino aquello que de momento le interesa y luego hemos de volver, con las orejas gachas, al lugar de los proyectos, a la rutina, que es como una yacija más o menos cómoda desde que podremos retornar al sueño que tuvimos, el que se repite, el de encontrar la verdad, la belleza o la felicidad, que, al no ser más que conceptos relativos, señuelos, imágenes, espejismos de su conjunción armónica, una y otra vez intentan disuadirnos de la búsqueda. Nada personal. Es que la vida es eso: búsqueda de lo que no puede hallarse sino como se encuentran una flor, un paisaje o un pájaro exótico y todos son, cuando más, efímeros, o, cuando tratas de tocarlos, revelan su frágil textura de humo policromado. La vida, pienso, es camino, y por eso nunca pude ser destino para ¿qué somos? ¿tripulación del holandés errante o peregrinos? Depende -me responde mi conciencia-, me ha asustado su voz inesperada esta mañana.

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