miércoles, 16 de septiembre de 2009

La manera de hablar y las instituciones vienen evolucionando a medida que la técnica desarrolla consecuencias de cada conocimiento que la implacable curiosidad humana descubre en las entrañas, recovecos y entresijos de la creación, entre los mecanismos sorprendentes de la dinámica constante del universo. Y cada tiempo va siendo mejor y resolviendo de modo más adecuado las necesidades humanas.

Hay, porque es probable que tenga que haber de todo, una casta de personas que tienden a intentar repetir lo vivido y renuncian así a la maravilla imaginativa que nos permite intuir parte del torrencial futuro que se nos viene encima sin pausa ni tregua.

Son nostálgicos del Edén, que ignoran que al salir del Paraíso, la humanidad ha de caminar siempre hacia delante sin que nadie pueda nunca volver atrás más que en ficciones de remedo histórico que son cuando más como daguerrotipos hallados en el desván. Valen como recuerdos, pero no sirven para situaciones nuevas, no pueden ayudar ya al hombre de hoy, cada día diferente del de ayer porque como dice el refrán, no te acuestas nunca sin haber aprendido algo nuevo que te hace sutilmente diferente.

La historia puede repetir analogías, pero no identidades. En mi opinión gira sobre sí misma la torrentera del tiempo, que pasa y nos atraviesa y va erosionando y vaciando, pero no es un lendel, sino un helicoide y por eso el pasado se parece al futuro pero ya no es, ha sido ni será nunca igual

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