En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Perdemos habitualmente un tiempo precioso en advertirnos unos a otros que, como todos sabemos, todos y cada uno tenemos nuestra cara oculta, nuestras facetas malas, nuestras debilidades evidentes, a la vez que luminosas capacidades, ternuras inconcebibles e ingenio inconmensurable. Digámonoslo de una vez, en realidad se trata de repetir algo ya dicho con meridiana claridad: nada de lo humano es ajeno a cualquiera y a cada uno de nosotros. Se trata de elegir para cada función a los sólo relativamente mejores, conscientes de que en algo fallarán, en algo errarán y habrá que cambiar, que corregir, que enmendar. Con tanto trabajo por delante, me parece socialmente censurable que se pierda tiempo en proferir insultos y poner de relieve una picaresca que, si como también está dicho la novela es un espejo puesto al borde de un camino, nuestra novela picaresca pone de manifiesto que ni es cosa de un partido, una familia, una tribu o un grupo, sino viejo vicio colectivo.
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