lunes, 26 de marzo de 2012

La tarde, como un perezoso lagarto,
corre, pegada al río,
seguro
que van hablando de sus cosas.

¿Qué pueden
tener
en común, para hablar de ello,
la tarde
y el río?

Y sin embargo se advierte en seguida que se entienden,
hablan
tal vez el mismo idioma,
que no comprendo por mucho que me esfuerzo.

La tarde es incorpórea,
como un ángel
gigantesco,
el río tiene de agua la carne y la voz
le brota, susurrante, del cauce.

¿Es el buen padre Dios
quien se entretiene pintándole
al río sus reflejos,
tatuándoselos en su carne de agua?

El río no se queja nunca,
canta.
nadie sabe si, como los niños,
para ahuyentar el miedo
o para decirle piropos a la tarde.

Tal vez, se me ocurre ahora mismo,
le agradezca así,
al buen padre Dios
que le haya concedido la vida del agua.

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