jueves, 22 de marzo de 2012

¿Se ven, en un prado, unas a otras, las margaritas?

¿Sabe cada ola de la mar que la preceden y siguen las demás olas?

¿Se acarician o se lastiman, cuando se encuentran, la tierra y la mar?

¿Sufre el agua o disfruta, cuando la roza el viento?

¿Por qué hiere la música, a veces, cuando la escuchas, y otras veces, en cambio, es como una caricia consoladora?

¿Dónde van las palabras calladas?

¿Dónde las indebidamente dichas?

¿Dónde las palabras muertas?

Una palabra muere cuando nadie la dice ya ni la recuerda.

¿Nace una palabra cuando alguien la inventa y la dice, sin saber todavía lo que significa?

“Las palabras son aire y van al aire”. Las palabras son aire manipulado y que envuelve unos sonidos o los transporta, pasan, invisibles, dejando un rastro de ira, de complacencia, de vida, muerte, heridas o terror.

Las palabras son el cuerpo, invisible e ingrávido y su significado el alma de cada palabra.

Una sola palabra, nuestro nombre, evoca nuestro recuerdo incluso más allá de la muerte, cuando ya no estamos para confirmarla o desmentir que hayamos existido.

¿Quién es capaz de separar lo que hay de cierto o de imaginado en cada recuerdo?

Cada uno que vemos y pensamos que es como creemos, nos ve como piensa que somos, pero cada cual es como es, aunque ni él mismo, confundido, lo sepa.

¿Soportaríamos conocernos como en realidad somos?

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